Si cierras los ojos y piensas en un robot, probablemente te venga a la mente una máquina humanoide inspirada en los referentes cinematográficos. Sin embargo, a día de hoy, la realidad de la robótica aplicada a los procesos industriales dista mucho de esta visión de robots que parecen humanos. De hecho, esta diferencia no pasa solo por una cuestión de aspecto, sino que tiene también que ver con la funcionalidad de estos robots.

Actualmente, la robótica que podemos encontrar en la mayor parte de procesos productivos no está pensada para reemplazar las tareas de los humanos, sino para complementarlas, optimizarlas y que sirvan como herramienta para que los procesos sean más eficientes. Este modelo industrial se conoce como robótica colaborativa y consiste en una convivencia entre robots y humanos en el que la máquina debe servir para ejecutar las tareas más mecánicas y que las personas se encarguen de la parte cognitiva y resolutiva del proceso.

Toda era de cambio es recibida con miedo e incertidumbre en algunos sectores y el proceso de automatización de las empresas despierta inquietudes respecto a la pérdida de puestos de trabajo, ya que se teme que las máquinas puedan sustituir las tareas de los humanos, dejando a muchos trabajadores sin empleo. En el contexto de la robótica colaborativa, las predicciones apuntan a que ocurriría todo lo contrario. Según el The Future of Jobs Report 2018, en los próximos años se crearán 130 millones de trabajos relacionados con la robótica y se suprimirán 50 millones, por lo que habrá un aumento total de 70 millones de lugares de trabajo gracias a la consolidación de esta tecnología.

Jordi Pelegrí, director general en España de Universal Robots, ha asegurado en diversas entrevistas que con este tipo de robótica flexible, se pretenden cubrir trabajos sin valor añadido, como mover cajas o atornillar, para ofrecer empleos con tareas cognitivas como el desarrollo de nuevas aplicaciones o calcular el aumento de productividad en la fábrica. En este contexto, estaríamos hablando de un proceso de evolución y reconversión de los puestos de trabajo.

Además, el auge de la adquisición de robots para los procesos de automatización de las empresas es una realidad. De hecho, según datos de la Federación Internacional de Robótica, en 2017 la venta de robots industriales aumentó un 30% respecto al año anterior, dato que confirma un comportamiento ascendente respecto a periodos anteriores, por lo que todo apunta a que este sistema de automatización vaya instaurándose cada vez en más empresas. Concretamente en 2025, entre el 20 y el 40% de las tareas en el sector logístico se llevarán a cabo por robots, de acuerdo con el estudio realizado por Roland Berger.

Las mejoras que los robots pueden aportar en el proceso de optimización de tareas en el sector logístico pasan por la implementación de robots de carga y descarga de contenedores, camiones y furgonetas, bandas transportadoras de contenedores de inventario, sistemas de paletizado o almacenaje inteligente. Al implementar este tipo de sistemas, se optimizaría el tiempo y la eficacia de los procesos y además se reducirían los altos riesgos laborales que conlleva el traslado y la manipulación manual de elementos pesados.

Aunque la instauración de este tipo de sistemas divisa un futuro venidero en la industria, todavía hay retos que deben superarse que pasan, por un lado, por un desarrollo de robots que se adapten a las necesidades concretas de cada empresa y que tengan un precio que democratice su uso y, por otro lado, una formación y aprendizaje continuo de los trabajadores de las empresas para que puedan analizar el trabajo de los robots y trabajen en optimizar su uso.